Adornada por el hipnótico azul del bravío Mar Cantábrico, la villa de Suances se aprovecha de su privilegiada situación en la costa central de Cantabria para atraer afectos, tanto de los numerosos visitantes estacionales como de los que han elegido esta localidad de segunda residencia, sin superar, claro está, a sus incondicionales lugareños.
A31 kilómetros de Santander y apenas 10 de Torrelavega, el municipio, de 24,5 kilómetros de extensión, linda al Este con Santillana del Mar, al Oeste con la ría de San Martín (límite natural con Miengo), al Sur con Polanco y al Norte choca con el rugiente Cantábrico, que además de frontera, le otorga ese hálito especial de brío y colorido tan característico.
Rodeado de importantes focos industriales y comerciales, el municipio compite con su coqueto puerto pesquero y deportivo, que también otorga a la villa ese aura de tradición marinera tan intrínsecamente unida a la población. Las instalaciones pesqueras se renovaron en 2008, con un nuevo carro varadero y el edificio que acoge la lonja, la administración, la fábrica de hielo y los almacenes, posibilitando una mejora del sector muy necesaria en tiempos difíciles de progresiva reducción del número de capturas.
Muy cerca del puerto pesquero se encuentran las playas urbanas de La Concha, La Ribera y La Riberuca, de arenas doradas de grano fino, que atraen a cientos de turistas durante el verano. Rodeados de numerosos establecimientos hosteleros y residencias veraniegas, estos arenales concentran una gran animación y bulliciosa actividad durante la temporada estival, salpicada de fiestas, eventos deportivos y actos sociales y culturales que han convertido a Suances en uno de los destinos turísticos preferidos de Cantabria.
Bendecido por un microclima muy favorable, la geografía del municipio está plagada de atractivos naturales y paisajísticos, como la ría de San Martín de la Arena, donde termina con un especial cuidado el fluir de los ríos Saja y Besaya, y la ensenada de Cabrera, resguardada por imponentes acantilados dominados por las espectaculares Puntas de Ballota y del Dichoso. En esta agreste península se alza un espléndido observatorio natural en el que despunta el simbólico y nostálgico faro y escasos restos de elementos defensivos, como liviano recuerdo de una antigua batalla.
En esta parte de la villa se ubica el paraíso de los surfistas, la conocida Playa de Los Locos, salvaje y peligrosa, que seduce no solo a los deportistas, sino a todos los amantes del atronador oleaje del Cantábrico más fiero en un entorno semiurbano. También al oeste, en forma de lengua, surge otra pequeña y atractiva playa, La Tablía, de aguas más calmadas, pero no por ello menos fascinantes. Y ya en el extremo del municipio, sobre el límite con Santillana del Mar, y dentro de la localidad de Tagle, se encuentra El Sable, una pequeña y sugerente playa rústica rodeada de praderas de hierba que culminan en el mar.
Desde la costa se puede observar un grupo de cinco islas, asentadas al norte de la Punta del Cuerno. De Este a Oeste, la más destacada es la de Los Conejos o Cabrera, con una altura de 53 metros, una longitud de 400 metros y 75 de anchura. De difícil acceso, escarpada y acantilada, es uno de los objetivos más perseguidos por los fotógrafos paisajísticos, que la han inmortalizado en miles de imágenes en diferentes momentos del día. A su lado, con un paso franco de 8 a 10 metros de profundidad se encuentra la Isla Pasiega, muy cerca de la Punta del Cuerno. Sitiada por arrecifes y de escasa altura, es la segunda de mayor tamaño, dado que las tres restantes, Casilda, Segunda y Solita, no pasan de ser más que grandes peñascos al este de la de los Conejos, que cumplen una función de referencia para pequeñas embarcaciones. Como últimos elementos geográficos similares se pueden descubrir en la bajamar las piedras Palies, que se ubican al sur de la isla Solita.