Aunque algunos bastiones del municipio no han podido sobrevivir al paso del tiempo, como la torre medieval defensiva de Diego Hurtado de Mendoza y el muelle de San Martín de la Arena o la monumental Torre de Cortiguera, edificada para ser ‘mansión de guerra’, Suances aún alberga seductoras edificaciones señoriales de la Edad Moderna y emblemáticas viviendas de linajes tan poderosos como los Velarde, los Polanco o los Quirós, además de las obras promovidas por Juan José Gómez Quintana, que incluyen la Casa Consistorial. Un recorrido por el municipio permitirá acercarse a los edificios más representativos de cada una de las localidades.
Situada en la Plaza de Viares y envuelta en una disuasoria muralla, se encuentra esta casa solariega, que en la actualidad suman tres, ya que a la antigua se adosó otra en el siglo XIX y en el XX se construyó una más moderna en la parte de las caballerizas. La más arcaica consta de una fachada con numerosos vanos de diferentes tamaños, entre los que destaca uno totalmente rodeado de sillería con molduras en el alféizar y el guardapolvo. El inmueble aporta también una portalada con arco de medio punto adornado por un escudo en su parte superior y bolardos en cada uno de los extremos y en el centro del pórtico. La primigenia construcción data del siglo XVII, ya que existen evidencias documentales que sitúan la vivienda alrededor de 1646.
Hijo de José Manuel Gómez Quintana y Manuela Cacho Herrera, este brillante suancino nació en 1820, y desarrolló una sobresaliente carrera como militar naval, consiguiendo numerosas condecoraciones y un patrimonio destacado, que inició con la capilla panteón, realizada en 1888 por un arquitecto vanguardista, Casimiro Pérez de la Riva, que apostó por un estilo ecléctico basado en el manierismo italiano. Con planta de cruz griega esta pieza sobresale por su perfecta distribución y emblemático diseño, en un limitado y reducido espacio, la capilla panteón cumple perfectamente su cometido y además sobresale con una sólida y serena belleza. La nave central se cubre a dos vertientes y está flanqueada con otras dos de menor altura, que quedan compensadas por los contrafuertes colocados en las esquinas de la primera. La apariencia basilical del templo demuestra la gran sensibilidad del arquitecto y su intención de adecuar el edificio al entorno. Además, como homenaje a la marina incluye unas anclas esculpidas en el arco de entrada, dominado por una calavera centrada, en clara alusión al destino del panteón, y en los relieves del altar un barco mercante y diversos elementos marineros como un remo, un tridente y una soga.
En el interior, la escultura también presenta elementos eclécticos propios de la mezcla de diversos estilos, como la gran cruz que preside el espacio, con tracerías góticas, mientras que la Virgen, el Cristo y San Juan son un homenaje a la imaginería del siglo XVI. Entre estas figuras resalta la imagen de María, en una curiosa actitud de dolor hacia el crucificado, que expresa retorciendo las manos mientras mira a Cristo con resignación.
Un año después de la construcción de este monumento funerario, Gómez Quintana encargó la realización de la Casa Consistorial en un lugar denominado la Galería. El edificio plantea una estructura muy utilizada en el norte de España, con tres cuerpos pentapartitos: en la planta baja destacan dos pilastras toscanas y cinco arcos de medio punto; en la primera sobresalen cinco grandes ventanales rectangulares, el central con una balconada sostenida por tres ménsulas que se adorna en la parte superior con un guardapolvos sobre el que figura el escudo, que domina el ático en el que se abren otros cuatro vanos estrechos y, por último, se sitúa una cornisa acompañada con una hilera de taqueado, que da paso al empinado tejado. El armónico y elegante inmueble ha sido restaurado recientemente y en la actualidad es uno de los más emblemáticos del patrimonio civil de Suances.
En cuanto al colegio San José ( C.P. Portus Blendium), encargado también a iniciativa del marino Gómez Quintana para dar una educación gratuita a los niños suancinos, de primaria, secundaria y náutica, el proyecto corrió a cargo del arquitecto Alfredo de la Escalera y Amblard. Éste, menos imaginativo y original que Casimiro Pérez de la Riva, desarrolló un inmueble basado en criterios estrictamente funcionales, con numerosos vanos para dar luz al interior con arco rebajado las del piso inferior y adintelados las del superior y un cuerpo diferente en la fachada principal para romper la monotonía del centro, y albergar el vestíbulo. Esta parte está labrada en la piedra calar del Soto de Hinojedo, en forma de sillares, frente al mampuesto y ladrillo del resto del conjunto.
La obra comenzó en 1910 y concluyó poco después, pero, a partir de 1929 los problemas de humedad llegaron a hacer inhabitable el edificio, lo que provocó que en 1933, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, encargó la sustitución de la azotea por una cubierta a vertientes, que cambió la marcada horizontalidad que había buscado el arquitecto.
El que fuera alcalde de Torrelavega en tres mandatos (agosto 1901 – diciembre 1903; agosto 1905 – febrero 1907 y noviembre 1909 – diciembre 1913), Florencio Ceruti Castañeda, Barón de Peramola, construyó un espectacular castillo en la península que termina en la Punta del Dichoso. Este prohombre torrelaveguense, periodista y liberal, quiso emular la torre de San Martín de la Arena, con un castillo soberbio aislado de las viviendas costeras (en aquel momento) que impactara a lo lejos desde la playa de la Concha.
Con un estilo gótico militar, dominado por perfiles recortados y asimétricos, constaba de una torre del homenaje y un patio de armas con diversas ventanas rectangulares, arcos de medio punto, vanos ajimezados y diferentes torretas angulares, almenas y un caracol cerrado en cono.
En la actualidad ha sido totalmente reconstruido y convertido en un hotel y cafetería, que dispone de un excelente mirador con unas vistas espectaculares de la costa suancina.
De inspiración italiana, fue realizada por el arquitecto Luis Sanz, y consta de tres pisos tripartitos con numerosos vanos, un saliente en la fachada principal con un criptopórtico sustentado por diversos arcos de medio punto, y una estructura sólida y hermética buscada y amplificada por la textura rugosa del aparejo, así como el cuerpo ochavado por el oeste en forma de miradores superpuestos.
Es un ejemplo de la tendencia surgida entre algunos arquitectos de recuperar el estilo regional montañés, desdeñando las tendencias foráneas imitadas hasta la saciedad sin demasiado éxito.
La Casa de esta familia es un ejemplo de este retorno a la arquitectura vernácula, aunque con algunos matices porque su estructura es original y los elementos difieren del tipo tradicional. Así, la fachada oriental se convierte en la principal y la septentrional tampoco responde a los cánones regionales, con tres cuerpos, uno de ellos abierto en el pórtico con un arco de medio punto y vanos rectangulares de aspecto neoclásico. La portada principal incluye el blasón de la familia, dos arcos de medio punto, dos ventanales rectangulares abiertos en balcones y otros dos vanos pequeños que coronan en una cornisa adornada por pináculos redondeados.
La típica mansión decimonónica de la Inglaterra victoriana fue adoptada por Gregorio del Amo para implantar su sello en su localidad natal tras regresar de América, donde desarrolló una triunfal carrera. La planta de este inmueble en forma de U está sustentada por arcos de medio punto clasicistas y armónicos, mientras que en los lados se adosan grandes bloques con distintos elementos: en el Este una torre poligonal con un mirador en dirección a la costa santanderina, y en el Oeste otra torre, cilíndrica con dos series de ventanas, lo que le otorga una mayor esbeltez. El conjunto es impresionante como ejemplo de mansión en el más amplio sentido de la palabra.
Actualmente, el consistorio municipal cuenta con un proyecto para su rehabilitación y conversión en un gran centro cultural, que ofrecerá variadas funcionalidades y permitirá un sinfín de actos y eventos de diversa índole y mayor envergadura
Aunque se conoce con este nombre, en realidad es un conjunto formado por dos casas y una capilla, unidos de Norte a Sur siguiendo el desnivel del terreno, así como otros edificios auxiliares agrupados en la parte norte y rodeados todos ellos por la muralla almenada de diferente complejidad, carente de portalada, ya que ésta, pese a su supuesta monumentalidad no pudo resistir el paso del tiempo.
La construcción de las viviendas y la capilla carecen de una datación precisa y documentada, por lo que podrían situarse tanto en el siglo XVII o XVIII. La capilla está adosada a la casa situada más al norte y aún conserva la bóveda y una parte del campanario, que descansa sobre la vivienda. Por el sur está unida a la otra vivienda a través de un arco de medio punto y una tribuna; por el norte se encuentra con la muralla y por el oeste se funde con unas habitaciones que debieron albergar en su tiempo algún almacén.
La casa situada al sur es la más sencilla, correspondiendo a una estructura cuadrangular con ventanas rectangulares simétricas, dividida en dos mitades iguales y fachada de sillares de arenisca. Por el contrario, la casa del Norte es mucho más señorial, sostenida por arcos de medio punto y con una solana montañesa dividida en tres tramos con tres vanos idénticos.
Finalmente, la muralla que rodea esta edificación también plantea cierto interés y su construcción entraña unos fines defensivos que sugiere su construcción mucho tiempo antes que las viviendas. Aunque incompleta en la actualidad, se formó a partir de un muro almenado y reforzado exteriormente por cubos semicilíndricos, y destaca por su altura en algunos tramos la sencillez del mampuesto.
Robusta, rotunda, elegante e imponente, esta señorial vivienda del siglo XVIII, con fachada de piedra de sillería, domina el entorno con una atrayente distinción, producto quizá de su fastuoso blasón, de su labrada portalada, típicamente montañesa de inspiración clasicista, o de esa misteriosa escultura que representa una figura femenina y corona la portada en lugar de la habitual cruz.
De estructura cúbica y caracterizada por volúmenes geométricos, la fachada, dividida en dos pisos, presenta idénticos vanos en la parte superior: dos cuadrados y dos rectangulares con balcón sobre los que se asienta un suntuoso escudo de la familia Velarde, timbrado con yelmo y con las armas propios de este apellido, como las flores de lis, el águila, el guerrero a caballo, el dragón que se enrosca en un árbol. En la planta baja se alternan dos arcos de medio punto bajo el zaguán y dos sencillas ventanas.
En cuanto a la rutilante portalada, bella y señorial, se alza sobre un arco de medio punto adornado con pilares clasicistas e integra en su parte superior otro impresionante blasón, situado bajo la enigmática figura femenina que resalta sobre el clásico contorno y hace original el conjunto. A ambos lados de la portada central, se encuentran otras dos puertas laterales, adornadas con diferentes motivos clásicos, la derecha con frontón y columnas tradicionales toscanas y la izquierda con molduras geométricas lineales.
Situada en el barrio de Sanjero, esta pintoresca vivienda rectangular del siglo XVII, que lleva mucho tiempo deshabitada, tuvo desde el principio un uso mixto: de casa y de cuadra con pajar. La parte más importante de este inmueble es su fachada sur, con un amplio zaguán y una zona cerrada, que albergaba una habitación conocida como “el cuarto del viajero” que servía para alojar a los visitantes. No obstante, lo más singular del edificio es la estructura de los muros, de entramado de madera y mampuesto, típico en Castilla pero poco habitual en la zona norte de España.
Es una versión moderna de la monumental Torre de Velarde y se divide en tres pisos: el primero con formas de arcos de medio punto y en las plantas superiores casi simétricas dos ventanales rectangulares con balcones de púlpito, en cuyo centro se sitúa el blasón de armas.